lunes, 23 de agosto de 2010

Un cuento de navidad, "No el de dickens, claro" - Cuento


Por: Oscar Alejandro Cabrera

Me bajo del bus que me transportaba y me dirijo, sin distracción alguna, hacia la puerta de una modesta residencia en el sector comercial de la ciudad rodeada de luces navideñas. Cuando me disponía a tocar el timbre, se abre la puerta repentinamente, y mi mejor amiga me recibe con un fuerte, pero calido abrazo; pues no nos habíamos visto en meses.

Ella me conduce de la mano hacia la sala de su hogar, después ambos nos sentamos en el sillón grande y me pregunta como estoy; entonces le doy información básica, “muy bien, estoy escribiendo y dibujando, voy a entrar en la universidad”, y así sucesivamente.
En cambio cuando le preguntó lo mismo, comienza contándome sobre dos compañeros que se debaten su cariño y que le interesaba uno más que el otro; ella sin saberlo, me daba un esquema del comportamiento relacionado con la atracción, o solo exagero, buscando explicaciones complejas a algo en verdad sencillo.

Mientras la escuchaba detenidamente, me da una especie de malestar, no era una recaída o una indigestión, sentía algo en el pecho y se tensaban ligeramente mis brazos; era una sensación de vacío, acompañada por una gran aflicción.

En cuanto ella dejo de hablar de sus dilemas amorosos, me preguntó que opinaba; como siempre, le di consejos de cómo confrontar al chico que le atraía, también que ella buscara el modo de saber si aquel chico había terminado con su novia anterior y lo le estuviera mintiendo.
Mientras que dentro, reprimía toda la agonía y enojo que sentía en mi ser.
Querido lector, a estas alturas ya habrás descubierto una sola y única verdad latente desde el primer párrafo de este relato, me enamore de mi mejor amiga. Por casi seis años de conocerla, he tratado de resignarme al hecho de jamás me vera como algo más, solo como su incondicional confidente.

Estaba recordando todas las experiencias tan gratificantes, como asombrosas que tuvimos juntos, cuando reuní el suficiente valor en mi corazón para decirle en ese instante cuanto la amaba; titubee al principio, pero apacigüé mi ansiedad diciéndole de la forma más elocuente que podía como deseaba pasar el resto de mis días a su lado, quizás algunos días por semana, solo para contemplar su magnifico ser.
Nos imaginaba descubriendo cada uno de los misterios del amor, cuando inesperadamente y sin razón comencé a llorar al tomar su bella mano, mirando su precioso rostro que reflejaba candor, aunque ella estaba en ese momento abrumada por mi confesión.

Después de mirarme un rato, se acerco despacio hacia mí, pero estaba cohibido ante su presencia, prácticamente no podía moverme, casi como una escultura sedente en el sillón; completamente prendado al mirar sus hermosos ojos. Mientras secaba mis lágrimas con sus delicados dedos como gesto de su infinita bondad y compasión, me dijo en voz baja con su mano sujetando la mía, “esta carga debió ser mucho para ti, si te disgusta que te hable de los chicos con los que salgo, solo dilo; pero lo que me importa realmente es que sigamos unidos como amigos y que puedas contar conmigo para cualquier cosa”.
Al escuchar aquellas palabras de aliento, me sentía liberado en mi espíritu, e inmediatamente nos abrazamos tan fuerte que toda mi tristeza se fue.
Nos levantamos del sillón y la acompañe hacia la cocina, en donde me hizo muy amablemente un gran trozo de natilla con un vaso de leche, talvez la natilla tenia algunos trozos de canela, sin embargo estaba delicioso. Después ambos salimos de su hogar y esperamos juntos un taxi para irme; entonces llego el carro, nos despedimos con un beso en la mejilla y entre al vehiculo.

Me iba alejando de ella dentro del taxi, cuando puse mi atención a las luces navideñas de los árboles y las casas que pasaban ante mis ojos. Ahí pensé entonces, que al separarme de ella temía que se convirtiera en una reminiscencia, y si fuera así, haría lo imposible por evitar olvidarla. Ese seria mi regalo para ella.

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