sábado, 14 de agosto de 2010

La parada - Cuento


Por: Oscar Alejandro cabrera

Recorro las ruidosas y deterioradas calles del centro, con cada paso de manera pausada, pasando por varias cuadras inmerso en el único sonido de mis pensamientos.

Casi son las seis, ‘hora pico’ como dicen algunos por ahí en el entorno urbano, me encuentro muy exhausto y con mi frente humedecida por un tenue y leve sudor, después de la tediosa caminata; entonces decido sentarme en un paradero de buses, esperando el indicado para mi apartamento. Hacia tanto frió que la mayoría de los vellos de mi piel se erizaron.

Al llegar a este punto de espera, me irrita el constante sofoco producido por los repugnantes gases de los vehículos, el sonido que estos hacen al pasar por los continuos baches que se niegan a tapar, e incluso el crujir de los recipientes desechables, como también las grasosas bolsas de pasabocas que tiran los peatones al pasar la calle. Algo rescatable es la fresca ráfaga de viento, que trae consigo el delicioso aroma del pan recién hecho en la panadería de la siguiente esquina a mi izquierda.

Hablando sinceramente, estoy aquí por que necesitaba despejar mi mente, creí que tal vez podría encontrar una respuesta o por lo menos un indicio de lo que sigue para mi; me fascinan las artes visuales en toda su magnificencia, simplemente sublime; desearía con fuerza estudiar la carrera y que fuera por completo el eje de mi existir, pero en verdad me agobia el temor.
Se origina en el colegio, pues era uno de esos alumnos que nunca levantaban la mano, y si lo hacia, a mi alrededor me molestaban mis “compañeros” con bromas estúpidas, mostrando la inmadurez que tanto disimulaban. Al final me lastimaron mucho, afectando directamente mi estabilidad emocional, haciéndome digamos… ‘frágil’.

Después de un rato, a mi lado se sienta un hombre disfrazado de payaso, solo puedo imaginar que trabaja promocionando almuerzos ejecutivos o realizando un espectáculo ambulante; pero lo veía cabizbajo, se quito la peluca bruscamente, reflejando frustración; en un momento voltee la mirada hacia un hombre que bailaba el ‘paso lunar’, la danza popularizada por Michael jackson, para obtener unas pocas monedas para irse o comer algo, creo.
Estoy conciente que ellos están en una situación mucho más precaria que la mía, sin embargo puedo identificarme con estos sujetos en algo, estamos estancados.

Estoy atrapado en una trinchera, como en la película ‘senderos de gloria’, incapaz de avanzar al objetivo final, lo que realmente quiero, pero parecía estar en mi inconsciente; bloqueado por el fuerte restallido en el inseguro campo de batalla.

Pienso que la analogía tal vez sea algo exagerada, aunque dado mi aparente falta de convicción, no me queda más que claudicar ante la aséptica y lúgubre sociedad que me rodea, además de habituarme a mi deplorable personalidad; en otras palabras, asumo mi futuro como el potencial pusilánime que seré.

Estaba tan sumergido en la retrospectiva de mis complejos psicológicos y dilemas antropológicos, que al levantar la mirada del pavimento, me di cuenta repentinamente que me había quedado solo en la parada.

Pasaron varios minutos, pero nada.
De repente una luz blanca muy resplandeciente apareció frente a mí, mis pupilas se cerraban con un leve dolor, cegándome por un instante; cuando dicha luz se desvanece de mi rostro y abro mis ojos ligeramente dilatados, me doy cuenta que era el bus que necesitaba, me subí de inmediato.

Mirando por la ventanilla, tenia presente en mi cabeza lo que sucedió en ese corto lapso en la parada, aquel momento efímero tuvo un efecto inefable en mí, pero a la vez me transmitió una especie de claridad; de repente siento un imperturbable sosiego dentro de mi ser, albergando la voluntad de cumplir con mis anhelos de hacer mi vida una obra maestra, siendo meticuloso con cada detalle y color en mi espíritu.
Confiaré en lo que venga y me dejare llevar.

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