miércoles, 6 de marzo de 2013

Mascara Filmica - Cuento



Por: Oscar Cabrera

Un apabullante hormigueo en las terminaciones nerviosas de mis falanges, advierten del agotamiento y sumado a la pesadez de los parpados por la incandescente luminosidad de la computadora. Cavilo infructuosamente para escribir una reseña sobre un vacuo producto cinematográfico que mire ese día, sin embargo ronda por mi psique la necesidad de remembrar con cierta inconstancia en mi proceder vital, vislumbrando la victima que soy de mi negligencia para continuar materializando los proyectos que tanto añoro; contrario a otros adeptos de la constancia pero sin una mera proyección creativa. Pareciera para usted lector que mi interior es carcomido por la envidia, pero la realidad es que me bloqueo temiendo estrellarme sin apreciar ese apoyo incondicional brindado por los que si creen en mí. Temiendo ser consecuente y reciproco por la absurda aversión de reseñarme.

Cuando logro dormir se me dificulta levantarme al carecer de esa mecha encendida de traslucido deseo para generar una idea y luego ejecutarla durante la jornada. Acude repentina la imagen paradójica de anoche intentando no yacer, ya que mis trayectos oníricos jamás son efímeros como una gota de sudor. Al venir el abrazo del mísero Morfeo, mi psique tal cual oxidado proyector pasa atropelladamente algunos fotogramas, destacando uno conmigo reflejándome desnudo en el espejo del baño, con barba y los globos oculares enrojecidos, contemplando cada zona de mi impasible rostro. Súbitamente entran al lugar varios sujetos vistiendo licras rojas de cuerpo entero, usando mascaras con rostros no solo conocidos, sino de aquellos que tanto adoro actualmente e inclusive otros relevantes de mi pasado más turbio. Logran someterme mientras uno me agacha sobre el lavamanos y se funde en mi piel al tocarme la espalda, los demás relucen cuchillos de cocina, apuñalando en secuencia intercalada el maltrecho cuerpo de su narrador y aunque son inaudibles, doy gritos hasta que todo se funde a negro.

Resalta desde blanco el panorama generando incertidumbre, observando que estoy en el campo abierto de mi antiguo colegio. Están los juegos, el cine domo pésimamente construido y las canchas con exiguo cuidado, volteo la mirada en un perro de enormes proporciones con los ojos inyectados clavados en mí, derramando hemoglobina oscura del hocico.  Percibo luego caricias invisibles por mi cuerpo, muy bruscas en áreas privadas; Entonces digo en voz alta desafiando: “¡Cómeme de una vez maldito!”.

Subo la cabeza en la penumbra del salón cuatrocientos-veinte, me perdí la cátedra sobre ‘Entreacto’ de Clair y Picabia, ahora en proyección. Miro alrededor a mis compañeros de clase absortos, excepto a uno que me observa fijamente. El desconcierto universitario me dura poco, pues al volver hacia el monitor del portátil leo esta frase,”Face to face”.             

Salgo del entorno rápidamente al culminar la peculiar enseñanza, dirigiéndome a una mesa de la cafetería y sentándome ahí cabizbajo siento un escozor placentero en la espalda, incrementándose extasiando cada vello, cuando detrás de mí una garra de frondoso pelaje rodea mi cuello asfixiándome. Ha regresado esa abyecta bestia de mi niñez ahora antropomórfica, viéndola cada vez más difusa, casi sin fuerzas, lo mordí hasta que se desvaneció.

Despierto babeando sobre el escritorio, entumecidas las piernas y levantando la cabeza, nunca pensé estar tan contento de ver mis comics regados por el suelo. Ahora… tengo hambre… saldré un rato para ver una nube y no solo escribirla.


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